El quinto metatarsiano es el hueso que conforma el borde externo del pie. Tiene una forma atípica, con una doble curvatura, y es asiento de una conocida fractura, la de Jhones, que afecta a su base, en la zona metafisaria, y es común a deportistas, especialmente en fútbol y basket. En el fútbol se ve favorecida porque el recorrido del hueso queda en el aire, entre dos puntos de apoyo, los tacos de aluminio de las botas atornillados en la puntera y el talón pero no en la zona intermedia. Por supuesto, el mecanismo de fractura, además de este detalle de distribución de los tacos, es común a otros deportes; se debe a una rotación del pie con un punto fijo el suelo.
El tratamiento de esta fractura puede ser conservador y de hecho se aconseja sea conservador en personas sedentarias o practicantes ocasionales de alguna modalidad deportiva. Recomendamos la colocación dentro del zapato de una plantilla rígida -suele ser metálica- que sirva de apoyo al pie y evite movimientos en vaivén del meta que impidan su consolidación. No vemos mucha ventaja, sino todo lo contrario, en la inmovilización escayolada, que permite un cierto grado de movilidad del foco de fractura, no ofrece un plano rígido de soporte y tiene los conocidos inconvenientes que pueden derivar en cuadros graves de atrofia, rigidez articular y algodistrofia.
Para los deportistas de competición recomendamos, en cambio, el tratamiento quirúrgico. En su modalidad percutánea ofrece la ventaja de la mínima incisión, sin molestias postoperatorias, con una rápida vuelta a la actividad diaria e incluso a la deportiva. Lo que pretende es la introducción de un tornillo canulado dentro del hueso para evitar la movilidad del foco de fractura y conseguir una consolidación segura. Si invertimos mucho tiempo en el tratamiento conservador -requiere al menos tres meses de evolución para una consolidación espontánea- corremos además el riesgo de una nueva fractura cuando reinicie la actividad deportiva. Por eso creemos mucho más eficaz la solución quirúrgica, aceptando como convenientes los riesgos inherentes a ese tipo de actuación.
El tratamiento de esta fractura puede ser conservador y de hecho se aconseja sea conservador en personas sedentarias o practicantes ocasionales de alguna modalidad deportiva. Recomendamos la colocación dentro del zapato de una plantilla rígida -suele ser metálica- que sirva de apoyo al pie y evite movimientos en vaivén del meta que impidan su consolidación. No vemos mucha ventaja, sino todo lo contrario, en la inmovilización escayolada, que permite un cierto grado de movilidad del foco de fractura, no ofrece un plano rígido de soporte y tiene los conocidos inconvenientes que pueden derivar en cuadros graves de atrofia, rigidez articular y algodistrofia.
Para los deportistas de competición recomendamos, en cambio, el tratamiento quirúrgico. En su modalidad percutánea ofrece la ventaja de la mínima incisión, sin molestias postoperatorias, con una rápida vuelta a la actividad diaria e incluso a la deportiva. Lo que pretende es la introducción de un tornillo canulado dentro del hueso para evitar la movilidad del foco de fractura y conseguir una consolidación segura. Si invertimos mucho tiempo en el tratamiento conservador -requiere al menos tres meses de evolución para una consolidación espontánea- corremos además el riesgo de una nueva fractura cuando reinicie la actividad deportiva. Por eso creemos mucho más eficaz la solución quirúrgica, aceptando como convenientes los riesgos inherentes a ese tipo de actuación.